En Pekín el desayuno es primordial. Es una ciudad que se levanta pronto e incluso a las 7 de la mañana puede ser que ya se haya agotado tu tentempié matinal favorito. Los norteños son gentes resistentes, nadie permite que el tiempo frío que cala los huesos (directamente, a veces, ni sale el sol) cambie sus rutinas mañaneras. Hay algo asombroso en una ciudad en la que tú siempre vas un paso por detrás de una abuelita de pelo blanco: no solo se te ha adelantado en la cola del bus, sino que ha pillado el último youtiao (donut chino en forma de palo) con leche de soja porque te levantaste cinco minutos más tarde de la cama.
Hay dos palabras para la mañana en chino: “zaoshang”, que significa “antes de las 9:00”, y “shangwu”, que significa “desde las 9:00 hasta mediodía”. Y que la mañana tenga dos palabras es muy importante, la zaoshang es la hora a la que querrás ponerte en marcha. Mucho antes de las 8.00, la ciudad está ya a pleno rendimiento y el implacable y maravilloso caos de Pekín ya habrá comenzado.
Aunque durante el fin de semana los brunchs con champán son tendencia, el desayuno tradicional de Pekín son panecillos al vapor rellenos de cerdo e hinojo, apilados en vaporeras en puestos al borde de la calle ya a las 7 de la mañana; también los largos y sabrosos donuts servidos con cuencos de leche de soja sin azúcar en el restaurante del barrio a las 6:30 de la mañana; o el doufunao (“sesos de tofu”), suavísimo y sedoso tofu servido mezclado con salsa de soja y diversos aderezos cuando todavía estás medio grogui. Y está el jianbing.
El desayuno para llevar más típico de Pekín es un crêpe con huevo que se vende en carros y puestos callejeros. En su versión más básica, una fina capa de masa, a menudo realizada con cereales en bruto o legumbres como mijo, judías mungo o, también, con arroz negro, se vierte sobre una sartén pequeña caliente, rompiendo y extendiendo un huevo por encima, cebolleta picada, una pizca de cilantro, salsa picante y pasta de habas de soja fermentadas y, finalmente, una galleta salada frita, crujiente, denominada baocui, delicadamente doblada por la mitad. Si quieres darle un toque de sabor extra a tu jianbing, añádele de todo, desde otro huevo, hasta verduras encurtidas o uno de los omnipresentes y diminutos perritos calientes envueltos en plástico rosa.
Como los neoyorkinos con sus bagels, todo el mundo tiene un sitio donde hacen sus jianbing preferidos, generalmente determinado por una compleja ecuación de distancia media entre la casa y el trabajo combinada con el precio y el nivel de charla del vendedor. Escondido en un hutong, Dahua Jianbing es el favorito de todo el mundo. Aquí, durante cuatro cortas horas cada día, se realizan jianbing con maestría. Hinchados y rellenados con un poco de todo en las cantidades exactas, son apetitosos y altamente adictivos, la cola es la prueba fehaciente.
Levantarse al amanecer, en realidad bastante antes, realmente no suele ser lo primero que a uno le apetece hacer cuando está de vacaciones, pero está dentro del programa para la mayoría de los visitantes chinos en Pekín. Como parte de su peregrinaje a la capital, los visitantes de todo el país se congregan en la Plaza de Tiananmén cada día al amanecer para presenciar el izado de bandera. Puede ser que a ti no te lata el corazón como a la gente que tienes a tu alrededor pero, de todas formas, hay algo conmovedor, o tal vez provocador, en un evento que suscita tanto patriotismo. Tampoco es un detalle insignificante el hecho de estar en el centro de una plaza con semejante historia, ante la antigua Ciudad Prohibida y su grandiosidad, mientras el sol se eleva por el este y la escena pasa de la oscuridad a la luz.
Antes y después del izado de bandera hay un montón de ruido, con cientos de personas arremolinándose, dándose empujones para ver aquello en directo y, en general, disfrutando de cada momento en la capital. Lo más probable es que participes en alguna sesión fotográfica y que aparezcas en el álbum de fotos de las vacaciones de alguien a la hora de mostrarlo a familia y amigos a su vuelta a casa. Al final, resulta una salida matinal muy completa. Además, estarás despierto a tiempo para poder disfrutar del mejor desayuno.
Los mercados alimentarios de los barrios son una pieza fundamental de la vida diaria tradicional, y una auténtica institución. Los residentes del lugar trajinan, sobando un tomate, inspeccionando los puerros y comentando los precios astronómicos que tiene este año la col. Es el lugar donde te imaginas que puede haberse producido el mejor cotilleo del mundo, y donde lo más seguro es que encuentres una verdura que no habías visto nunca antes.
A lo largo de la ciudad, estos mercados, a menudo caóticos, han ido lentamente (y trágicamente) cerrando, en un intento de “civilizar” la capital. Pero el Mercado Matinal de Chaowai permanece. Escondido a la sombra del colosal Estadio de los Trabajadores, este pequeño Mercado alimentario al aire libre empieza por la mañana temprano y se acaba a las pocas horas. Alegres sombrillas sobre los puestos de los vendedores dan color a la escena y, aunque el producto, en su mayoría, no será ecológico, la selección es amplísima. Te asombrarás con el tofu, que se presenta en un sinfín de variantes, y te recomendamos una visita al perímetro donde los comerciantes “trafican” con artículos especiales, como aceite de sésamo recién prensado. El nombre del mercado se traduciría como “mercado matinal de barrio” y tiene también una pequeña selección de artículos varios de diario y cachivaches. Un montón de puestos ofrecen noodles, jianbing y otros tentempiés del lugar que despertarán tu apetito mañanero.
En otra época un jardín imperial, el Parque Beihai se sitúa al noroeste de la Ciudad Prohibida. Con70 hectáreas, el terreno es realmente extenso y un enorme lago lo atraviesa por la mitad, casi tan vasto como los 1000 años de historia del parque. Las horas más tempranas del día son las mejores para visitarlo, cuando los residentes del casco antiguo practican taichí o caligrafía con agua en la calma de la mañana. Date un paseo por los interminables jardines chinos, a imitación de otros jardines del país, y disfruta deambulando entre las ramas bajas de los árboles a lo largo de la orilla del lago.
Un imponente templo de 40 metros de altura, la Dagoba Blanca, se encuentra encaramado en un montículo en una isla en medio del lago. También en la isla se encuentra el Restaurante Fangshan, que data de 1925, fecha en la que el parque se abrió por primera vez al público. A pesar de su turbulento pasado, continúa ofreciendo una elegante cocina imperial de la Dinastía Qing. Aquí sirven comida y cena y merece la pena echarle un vistazo al deslumbrante y opulento edificio, puede ser incluso que sea mejor que la comida en sí misma. Para desayunar, decídete por una opción más popular y pide una selección de baozi (dumplings al vapor) de la cadena local Qingfeng Steamed Buns, la cual tiene un local en el parque.